De tanto en tanto, los medios de comunicación nos sorprenden con noticias de hechos violentos que ocurren al interior de espacios educacionales, los que tradicionalmente han sido pensados para albergar acciones de orden superior, intelectuales, espirituales incluso y de impacto social relevante. Estos van desde tenues actos de “matonaje virtual” a la violencia física desatada y sin control pasando por un vasto intermedio de acciones con distintos grados de violencia.
Sea en su forma física o mediante el uso de la tecnología, el controversial bullying irrumpe hasta en los lugares más impensables y requiere mucha atención fundamentalmente porque afecta a todo el ambiente en que ocurre, no solo víctima y victimario en su círculo vicioso y sin fin, sino impacta el entorno en que sanamente debiera ocurrir el proceso enseñanza-aprendizaje. En simple, reduce la calidad del entorno generando dos efectos nocivos inmediatos: aumento de tensiones y dificultad para lograr los objetivos todo lo cual produce condiciones inapropiadas para aprender.
En sus diversas formas este fenómeno debe ser abordado y tratado por la comunidad a través de acciones que requieren la participación de todos, a saber:
1) Condenar y enseñar a condenar toda forma de violencia.
2) Prevenir ser víctimas lo que significa ayudar a las personas a que no se sientan víctimas frente a ninguna circunstancia.
3) Romper con la tendencia a la reproducción de la violencia que es la forma en que esta se perpetúa y convierte en círculos viciosos. Rompiendo estos círculos recién comienza el proceso de sanación social y los daños no siguen aumentando.
Finalmente, como instituciones educacionales y sociedad debemos ser capaces de romper la conspiración del silencio que envuelve este fenómeno lo que significa no mirar hacia el lado sino afrontar el problema y ayudar a víctimas y agresores, evidenciando hechos de los que seamos testigos y que afecten gravemente a personas y a entornos educativos. El gran desafío es trabajar en procedimientos educativos que faciliten la inclusión, mejoren la cohesión y las relaciones al interior de los equipos de estudiantes.
Estos son los grandes desafíos que enfrentan y en los que están trabajando fuertemente las instituciones de educación en todos sus niveles, de tal manera de poder propiciar ambientes en donde el respeto, la colaboración y la inclusión sean los pilares en que se sustenten los procesos de formación.
Solo de esa manera comenzaremos a dejar atrás este enorme flagelo social que tanto daño está causando a niños y jóvenes en nuestros colegios, institutos y universidades.
Daniel Solis Igor. Director AIEP Puerto Montt. Presidente Corporación Puerto Montt Superior
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