Unos consiguen un empleo, otros por su parte, pernoctan en el terminal de Barranquilla en espera de mejores oportunidades
Miles de venezolanos y colombovenezolanos que han llegado a Colombia huyendo de la grave crisis política, social y económica que enfrenta el vecino país
Colombia// Notipascua.com//
A los 66 años de edad, cuando esperaba disfrutar de una modesta pensión, la vida le dio un giro a Roque Díaz, quien dice que volvió a nacer, pero sin reales (dinero), sin casa ni carro, sin amigos y fuera de su país.
Díaz es uno de los miles de venezolanos y colombovenezolanos que han llegado a Colombia huyendo de la grave crisis política, social y económica que enfrenta el vecino país. Migración Colombia estima que 470.000 han ingresado, pero las ONG que les prestan atención humanitaria a esos migrantes creen que son más de un millón y que esa cifra sigue creciendo.
“En Venezuela no hay futuro”, dice Roque Díaz, quien trabajó en la Asamblea Nacional y afirma que viajó en octubre del año pasado de Caracas a Bogotá, en compañía de una hija periodista. Sus pertenencias eran dos maletas y unos bolívares.
Un mes después, y tras recorrer una ciudad que les era “extraña, intensa y congestionada”, en busca de un apartamento que se adaptara a sus condiciones, se les unieron su esposa, otra hija y su hijo publicista.
Este caraqueño es licenciado en ciencias sociales e historia y su esposa, en idiomas. Ambos son pensionados, pero desde que llegaron a Colombia no reciben mesada alguna, y si la recibieran sumarían entre los dos cerca de 26.000 pesos, lo que difícilmente les alcanzaría para un ‘corrientazo’ para cada uno.
Hasta hoy, todos han sobrevivido con lo que gana Roque como conductor de un automóvil que le prestan, del sueldo de una hija que trabaja en un call center, de lo que su esposa consigue vendiendo mermeladas y de lo que se hace el publicista con la producción de videos.
Y aunque lo que consiguen entre todos apenas les da para sobrevivir en Bogotá, Roque dice sentir “cierto sosiego” porque no están pasando hambre, como les tocaba en Caracas.
“Un salario mínimo en Venezuela solo alcanza para comprar un kilo de arroz y un kilo de pasta; para cubrir la canasta básica faltan como 20 salarios mínimos”, dice este pensionado que completó un año en el país y que ha logrado adaptarse al frío y a las congestiones de la capital, pero en el fondo guarda la esperanza de que pronto las cosas cambien en su país y pueda regresar con su familia, para reconstruir sus maltrechas vidas y, como lo anhela, gozar de la modesta pensión que reciben él y su esposa, ir al cine y comerse un helado en la calle, lo que desde hace años no pueden hacer.
Una historia similar ha vivido Ilich Márquez, un venezolano hijo de un colombiano que en los 70 migró en busca de un mejor futuro. Pero, casi 50 años después, las cosas se invirtieron. Tras ser víctima de un asalto a mano armada en Caracas, este administrador de empresas decidió, con su esposa, una odontóloga, abandonar su país.
Durante dos años la pareja se dedicó a preparar el viaje. Ese fue el tiempo que le tomó a Ilich ir en tres ocasiones hasta la frontera para adelantar los trámites de la ciudadanía colombiana y enviar a Bogotá las maletas.
“No me vine como otros, que han salido sin nada”, dice este colombovenezolano que llegó en enero pasado, con su esposa y su pequeña hija. Durante varios meses la familia sobrevivió con los trabajos temporales que Ilich lograba, hasta que le dieron la oportunidad en una empresa de venezolanos. Ese trabajo lo alterna con la venta de empanadas en la esquina de la calle 140 con carrera 13.
Colombia no está en el mejor momento, pero estamos mucho mejor aquí que lo que podemos estar en Venezuela”, asegura mientras lamenta que su papá y su mamá continúan en el vecino país, donde, aunque tienen un trabajo, es “muy difícil sobrevivir con una inflación del 800 por ciento”.
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