Por: Pedro de Mendonca. @pedrodemendonca
A Daniel Denis le cerraron su negocio en Valle de La Pascua el pasado 18 de junio por negarse a pagar sus impuestos en petros, aun cuando el ordenamiento jurídico establece que el bolívar es la moneda de curso legal en Venezuela y que los impuestos se calculan con base en la Unidad Tributaria (UT). Desde enero de 2019 la alcaldía del municipio Leonardo Infante del estado Guárico ha venido afirmando que, entre el 24 y el 27 de diciembre de 2018, modificó varias ordenanzas municipales; entre ellas, la de Actividades Económicas y de Índole Similar, tachando UT por unidades de petros.
Desde entonces, varios comerciantes han dado sus contribuciones en esta extraña criptomoneda y otros, como Daniel, han decidido mantenerse apegados a la legalidad. Desde enero de 2018, salvo algunas declaraciones por radio, la Cámara de Comercio y Producción del municipio Leonardo Infante no ha fijado ninguna posición oficial firme ante esta evidente violación de la ley y contundente atropello a los derechos de sus agremiados.
La modificación de la ordenanza, además, es confiscatoria de los ingresos de los comerciantes. Cuando le fueron a cerrar el establecimiento a Daniel –un agente autorizado de encomiendas y una taquilla de pago de servicios-, varios colegas comerciantes se apersonaron a apoyarlo; Valle de La Pascua estaba conmocionada. Pero la Cámara de Comercio y Producción del municipio Leonardo Infante no ha emitido hasta la fecha ni siquiera un escrito por redes sociales en respaldo a uno de sus agremiados y quien funge como presidente de ese gremio ya pagó sus impuestos en petros.
Este desastre es tan solo una de las muestras del cáncer gremial en la Venezuela de hoy. Los gremios venezolanos, en su mayoría, no representan a sus agremiados; sus directivas no luchan por los reales intereses de todos quienes integran al grupo y han sido objeto de la disolvencia de su misión originaria. Se han paralizado. Pasa exactamente con otras cámaras de comercio del país, como la del municipio Francisco de Miranda del estado Guárico, cuya sede fue “donada” al grupo de exterminio Faes, convirtiéndola en su destacamento.
O con las directivas de varios colegios de profesionales; como el gremio de maestros, que no cede ante las presiones de los educadores de dejar de pedir ineficaces aumentos de sueldo, de no ser parte de la ideologización de los estudiantes y de sumarse frontalmente a la lucha contra la tiranía. En las asociaciones de productores del campo ocurre lo mismo: es conocido que muchas y en diferentes ocasiones han pactado con el Estado criminal para la obtención de divisas, que son repartidas solamente entre los miembros de sus juntas directivas. Así ha venido pasando también en academias, oenegés y grupos comunitarios.
El socialismo del siglo XXI se propuso, desde sus orígenes, cooptar a la sociedad civil para, así, desarticularla e inmovilizarla. Infiltró, a punta de dádivas y negocios sucios, a partidos políticos de oposición, a iglesias y a grupos profesionales. El objetivo estuvo claro desde el día uno: comprometerlos, hacerlos parte de sus dinámicas delincuenciales e impedirles actuaciones contundentes en su misma defensa y en defensa del país.
Pero esta dinámica perversa, como todas las de los últimos 20 años, es la exacerbación de vicios producidos en los 40 años previos. Es público que en las estructuras de los partidos políticos tradicionales hay coordinaciones cuyo espíritu ha sido siempre colonizar y controlar a la sociedad civil organizada para que esta se subordinase a su línea de pensamiento y a su diagnóstico de la realidad y para evitar que estas ejerciesen su función natural de contribución de material independiente calificado en pro del mejoramiento de las condiciones de su área.
Todo esto fue labrado mediante la dación de regalías y privilegios a muchos gremios, manteniéndolos “cerca del gobierno”, como plantea Luis Alfonso Herrera en el manual de Asociaciones Ciudadanas de Vente Venezuela. Esto explica que, cuando abordemos a varias cámaras de comercio, a varios grupos de profesionales o a gremios de productores del campo, nos encontremos a los mismos militantes y “líderes” de los partidos políticos. Y si no, a individuos con consabida estrecha relación de “amistad” y hasta compadrazgo con políticos. Es la sociedad de los cogollos.
Daniel Denis no es militante de un partido político tradicional. No contó con el respaldo de su gremio comercial ante el ilegal cierre de su negocio y la violación flagrante de la ley, así como miles de agremiados de otros sectores y en todo el país se han quedado solos en diversos momentos a la hora de actuar para defender la verdad, la justicia y sus legítimos intereses. Son agremiados sin gremios.
La lucha que la sociedad venezolana da hoy es por una transformación profunda y de raíz. Después de tantos años de sacrificios y pérdidas, sería inadmisible que, una vez logrado el quiebre del Estado criminal, permitamos que las mismas dinámicas que destruyen nuestro tejido social continúen. Es la lucha contra el clientelismo, por la autorrealización; contra el rentismo, por el libre mercado; contra los cogollos, por una sociedad de élites forjadas con mérito.
El Estado venezolano, en libertad, deberá promover la organización saludable y espontánea de la sociedad civil, según esta misma lo requiera. La función de los grupos de profesionales, de las cámaras de comercio y de industriales, de las asociaciones de productores, de las iglesias, de las academias, de las oenegés… debe ser el fortalecimiento y organización de su voz, su estructura y su conocimiento para un desempeño armonioso de las funciones de quienes los integran y la satisfacción de sus legítimos intereses individuales; para, con su know how, ser fuente principal y legítima del diagnóstico y de propuestas para el diseño de políticas públicas en beneficio de cada uno; para, en definitiva, encarnar el país decente y la sociedad de ciudadanos libres que tanto merecemos y debemos forjar.
Los gremios deben trabajar, confiando en su talento y potenciándolo; abrirse cada vez más a las dinámicas globales, siendo legítimos representantes de un país de gente talentosa; buscar siempre lo mejor para sus agremiados y, en ese sentido, para sus conciudadanos. Los gremios son parte importante y necesaria de un país organizado y próspero, solo si se asumen como gremios para la libertad.
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