13 de Marzo del 2016.-
Notipascua.- Cuando el policía estaba revisando el cadáver y le descubrió el tatuaje en el pecho, se le heló la sangre porque él tenía un hijo de esa edad. No había dudas de que se trataba de Jhonny de Jesús, un jovencito de apenas 15 años que había sido secuestrado días atrás por una banda criminal. Casualmente, ese día por la mañana, él le había preguntado a la mamá si el adolescente tendría alguna marca que lo pudiera identificar en un momento dado y la mujer, toda llorosa y desesperada, le había hablado del tatuaje e incluso se lo había descrito detalladamente.
Aquella tarde, Jhonny de Jesús iba con un compañerito de clases por una calle céntrica de Barbacoas, al sur del estado Aragua. Vieron venir un camión Super Dutty 350 en sentido contrario, pero no le prestaron mucha atención, pese a que se venía comiendo la flecha. Justo al lado de ellos, el camión se detuvo y se bajaron unos hombres vestidos como militares y que portaban fusiles. Los muchachos no entendían qué pasaba. Les ordenaron montarse en el camión y fue como si les hubiesen dicho “¡corran!”. Los antisociales les dispararon y lograron herirlos a ambos. A Johnny de Jesús lo tomaron cargado y se lo llevaron en el camión, mientras que a su amigo lo dejaron tirado en el medio de la vía, quizás porque pensaban que estaba muerto, ya que le habían dado cuatro balazos.
Los vecinos quedaron estupefactos. Una viejita que estaba en el porche de su casa se santiguó y se metió corriendo para buscar una sábana con qué tapar al muerto, pero el marido la contuvo y la regañó. “¿Qué es, mujer”, le dijo, “vamos primero a ver si está muerto”. Cuando se acercaron, por poco les dio un vahído al ver que el joven que estaba en medio de la calle era un muchacho del pueblo que no se metía con nadie. Un señor que también se acercó y que al parecer sabía algo de medicina, o por lo menos muertos había visto, fue quien dijo que estaba vivo y de inmediato los vecinos buscaron un carro y lo trasladaron de emergencia hasta un centro de salud. Lograron salvarle la vida al jovencito.
La familia acudió a la policía de San Juan de los Morros y allí le dijeron que no podían hacer nada porque no contaban con los recursos para buscar al joven, que pusiera la denuncia en el Cicpc y que había que esperar. Luego se dirigieron a la policía de El Sombrero y hablaron con unos guardias nacionales que les dijeron algo parecido a “sin recursos no nos podemos mover”.
Cuando se supo lo del secuestro, se pensó que la idea de los hampones era exigir alguna cantidad de dinero, como suelen hacer en Guárico, Aragua, Anzoátegui y parte de Miranda las bandas criminales de El Picure y El Juvenal; pero cuando llamaron a hacer sus exigencias, todos quedaron boquiabiertos. Solicitaban nada menos que canjear al muchacho por un hampón de su banda, que había sido detenido por la policía cuando participaba en el rescate de otro secuestro, como si eso dependiera de los parientes del infortunado.
“Pero, señor, bendito sea mi Dios, ¿cómo voy a hacer yo para que en la comandancia de Policía suelten a ese amigo suyo que está preso? Esos no me van a hacer caso”, les dijo la mujer entre gritos cuando llamó uno de los criminales. Recibió una respuesta seca, frío, contundente: “Usted es muy querida en el pueblo y su esposo también. De seguro, el comisario no va a permitir que le matemos al muchacho. Utilice sus influencias. Le voy a dar hasta esta tarde”.
Cuando plantearon el caso en la sede del Cicpc, les dijeron que no podían hacer nada porque no dependía ya de ellos, pues ese detenido había sido pasado a otra dependencia debido a su alto grado de peligrosidad; que de todas formas ellos iban a plantear el asunto en instancias superiores, pero que no garantizaban nada porque era la primera vez que se planteaba algo similar y todas las policías tienen como norma no ceder ante los secuestradores.
Lo cierto es que ese mismo día, sin contemplación alguna, los matones no aceptaron las explicaciones de los familiares y optaron por quitarle la vida al joven deportista, un muchacho que recién comenzaba a conocer la vida.
El cadáver tiroteado del infortunado fue localizado días después a un costado de la vía de la carretera Nacional de Barbacoas, a unos 30 minutos de la población del mismo nombre. Se determinó que no lo habían matado allí, sino que ese había sido el sitio de liberación.
Fue trasladado hasta la sede de la medicatura, donde comenzaron a realizarle las experticias necesarias para lograr su identificación. A simple vista solo se sabía que el occiso era un joven de muy corta edad.
Jhonny de Jesús era el menor de tres hermanos y estudiante del cuarto año de bachillerato en el liceo Francisco Saldivia Landaeta, era amante del karate y del baloncesto.
La indignación se apoderó de cada uno de los rincones del pueblo tras conocerse la noticia. La gente apartó el miedo y se volcó a las calles para exigir justicia y en solidaridad con los padres del adolescente.
Como autores del crimen fueron sindicados los integrantes de la banda de El Juvenal, que se estima que son más de 50 hombres, provistos con potentes armas de guerra y que se mueven en varias regiones en el centro del país.
La tía Felipa, que le hizo seguimiento al tema hace algunos años, me recordó que El Juvenal pertenecía antes a la banda de El Picure, pero que ahora son enemigas y se delatan mutuamente ante las autoridades, ya que saben que si la policía ataca a una de ellas, eso es beneficioso para la otra. También me explicó que El Juvenal, cuyo nombre completo es Juvenal Bravo Sánchez, tiene el control de dos fincas ubicadas en Las Mercedes del Llano, en Guárico, adonde son trasladadas todas sus víctimas, y que además tienen el control absoluto el tramo Memo-Chaguaramas-Tiguigue-El Arbolito, de la carretera Nacional de los Llanos del Guárico, así como también en Aragua y al sur del estado Anzoátegui. Se dedican fundamentalmente a la extorsión y al secuestro.
Fuente:UN.
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