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El animal de los siete sabores que busca sobrevivir a la ignorancia en las aguas venezolanas

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Notipascua.- Una anciana cabruteña me dijo hace muchos años en Caicara del Orinoco que el manatí tiene la extraña cualidad de saber a carne de res, a pollo y a pescado, según la parte del cuerpo de la que se saque el tajo.

Las palabras de aquella mujer eran más de morbo que de hambre o pasión por la cocina, porque se sabe que los manatíes están desapareciendo en Venezuela y que nada que sepa a pollo, carne o pescado puede ser mejor que la misma carne, el mismo pollo o el mismo pescado.

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En otra época, cuando quise dedicarme a la piscicultura y anduve por las costas menos conocidas del Orinoco buscando alevines de cachama, morocoto y coporo, una fuerza emergió del fondo de las aguas y golpeó el casco de la curiara en la que andaba haciéndola tambalearse. “¡Es un manatí!”, espetó el indio que nos guiaba a mi padre y a mí.

El encuentro se dio en un manglar tan silencioso que los tres a bordo pensamos en la muerte apenas nos empujaron la curiara desde abajo. Pero la pericia del indígena descifró el enigma en un segundo, sacó su carabina y empezó a apuntar hacia el agua con ganas de matar al manatí.

Otra vez era el morbo el que procedía. El indio ya no estaba con nosotros: actuaba sobre él un asesino que solo quería ver muerto a un animal casi mitológico en esas aguas. Por fortuna no lo encontró, y de aquel despiste aún tengo alegría contenida en el pecho porque jamás me habría perdonado volver al puerto con semejante cadáver en a bordo.

Aquello ocurrió cuando yo tenía 13 años y mis contactos con el género trichechus se limitaban a lo que mostraba la Enciclopedia Autodidáctica Quillet. Ahora tengo casi 30 y sigo sin saber mucho más sobre estos animales, pero tengo Internet.

Al escribir “manatí consumo humano” en el único buscador que sirve, surgieron dos artículos preocupantes: uno de unos cubanos que mataron a cinco de estos animales para comérselos en 2013, y otro que aumentó mi preocupación sobre lo que me dijo aquella anciana cabruteña en Caicara del Orinoco: “Al manatí lo llaman el animal de las siete carnes”.

La frase se la dijo la bióloga marina Dalila Caicedo al diario El País de Colombia, y me alarma porque ya no solo se trata de res, pollo y pescado, sino que la ignorancia sumó con el tiempo la carne de cerdo y otras cuatro que mejor ni sigo buscando.

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Caicedo dice que eso se debe a la irrigación de los músculos del animal o algo así, pero lo que me preocupa es saber que la gente se los sigue comiendo con el cuento de que les pueden sacar hasta 630 kilos de pulpa similar a la de res.

Las principales causas de muerte de estos animales en Colombia y Venezuela son los enmalles accidentales (43%), la caza con arpón (39%), el varamiento (6%), vandalismo por disparos de escopeta (2%), colisión con embarcaciones (2%) y causas desconocidas (8%).

En el blog de Ciencia Guayana entrevistaron en 2013 al biólogo Arnaldo Ferrer, quien explicó que el manatí está incluido en el Apéndice de la I Convención Internacional sobre el Comercio de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (Cites).

Agregó que desde 1986 está en el Libro Rojo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como especie en peligro de extinción y en el Libro Rojo de la Fauna Venezolana como en peligro crítico.

Una de las recomendaciones de Ferrer a Ciencia Guayana fue la educación de los pescadores. De hecho, en Colombia está dando resultados y la caza de manatíes para el consumo humano ha bajado significativamente.

Quizá queden muy pocos manatíes en Venezuela, a lo mejor estoy arando en el mar y en una década alguien matará al último de todos, pero prefiero escribir este artículo para aferrarme al sueño de que otro niño venezolano sienta lo que yo sentí cuando aquella fuerza golpeó el casco de la curiara en la que yo andaba con mi padre y aquel indio.

Fuente: Noticias24||Néstor Luis González

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