Desde el año pasado decenas de venezolanos han visto en el Eje Cafetero las oportunidades que no encuentran en su país
Muchos de los venezolanos que llegan a las fincas jamás han trabajado a la intemperie, por lo que unos se aburren, y otros hasta salen llorando porque aunque necesitan el trabajo, no son capaces de conseguir ni lo de la comida del día
Colombia// Notipascua.com//
Ante la necesidad de mano de obra en la cosecha cafetera, Risaralda se ha convertido en un polo receptor de venezolanos que huyen de la crisis humanitaria de su país. Pero las restricciones migratorias afectan la solidaridad de los caficultores. La cosa va para largo.
Tienen la cara llena de ronchas, la piel tostada y la ropa de trabajo un poco rota. No están acostumbrados al diminuto mosquito del café, ni al sol que arde tras los fuertes aguaceros, ni a caminar en medio del monte. Solo llevan tres días recogiendo la cosecha y ya consiguieron el equivalente a un salario mínimo y medio de Venezuela.
Hacen parte del casi medio millón de venezolanos (prácticamente la misma población de Pereira) que, según Migración Colombia, residen hoy en el país. Apenas conocen las labores del campo, pero en los cafetales colombianos apuestan por un futuro mejor, sobre todo sin hambre.
Marco tiene 50 años y ha perdido 12 kilos de peso. Ya no sabía qué más hacer para sostener a su familia en Mérida, pues trabajaba en un taxi que ya no funciona. La crisis impacta todos los sectores, y el desabastecimiento trasciende los supermercados y las farmacias. No se consiguen llantas ni repuestos automotores, y sus paisanos ya no gastan en transportarse los pocos bolívares que ganan, que cada día valen menos ante la imparable hiperinflación.
Por eso él y 4 familiares, en un recorrido largo e incómodo, decidieron migrar hacia el Eje Cafetero. Tomaron 5 buses para atravesar un total de 1.200 kilómetros: de Mérida a San Cristóbal, a San Antonio del Táchira, a Cúcuta, a Bogotá, a Pereira y, finalmente, a Marsella (Risaralda). Para esas 38 horas de viaje, cada uno tuvo que conseguir 2 millones de bolívares, es decir, alrededor de 6 salarios mínimos de su país (unos 200.000 pesos colombianos).
Para conseguir esa cantidad de billetes en Venezuela, hay que pagarle a un intermediario que cobra el 20 por ciento de comisión. Y luego deben cuidarse de que las autoridades no los pillen con tanto efectivo, porque se lo podrían decomisar.
En la cordillera
En Risaralda, los productores necesitan en promedio 50.000 recolectores, pero solo 20.000 viven en la zona. Por eso, este departamento lanzó el Plan Cosecha, una estrategia conjunta entre los productores, la Gobernación, las Alcaldías, la Policía y el Ejército para convocar recolectores foráneos. La campaña tuvo tanto éxito que la mano de obra comenzó a cruzar la frontera.
Por eso, desde el año pasado decenas de venezolanos han visto en el Eje Cafetero las oportunidades que no encuentran en su país ni en las zonas fronterizas. Esta situación “es un gana-gana, pues entre el 50 y el 60 por ciento del costo del café es la mano de obra. En la medida en que tengamos más disponibilidad, el precio será menor”, así que hay beneficios tanto para los inmigrantes como para los productores.
En las fincas cafeteras se trabaja a destajo, es decir, el empleador paga por la labor contratada, en este caso entre 450 y 500 pesos por kilo de café recogido. Algunos, como Marco y su hermano Pedro, en su primer intento lograron recoger más de 60 kilos al día, o sea unos 30.000 pesos, con los cuales pagan 10.000 pesos por las 3 comidas. Con un promedio de 20.000 pesos diarios (aunque a veces hacen mucho más), un venezolano puede terminar el mes con más de 600.000 pesos, 20 veces el salario mínimo de su país, que hoy en el mercado libre oscila entre los 7 y los 10 dólares.
Pero muchos de los venezolanos que llegan a las fincas jamás han trabajado a la intemperie, por lo que unos se aburren, y otros hasta salen llorando porque aunque necesitan el trabajo, no son capaces de conseguir ni lo de la comida del día”. Esto ha representado gastos extras para los cafeteros, pues además de que deben hacer esfuerzos adicionales para enseñarles la técnica de recolección, a veces deben regalarles la comida.
Y es que para muchos venezolanos la crisis generada por el régimen del presidente Nicolás Maduro puede resumirse en una sola palabra: hambre. Quienes llegan preguntan inmediatamente cómo enviar dinero a sus familiares que se quedaron al otro lado de la frontera y, sobre todo, cómo mandarles alimentos. “El año pasado me llegaron un cardiólogo, un abogado y un ingeniero civil a trabajar como recolectores. Y cuando les servían en el ‘alimentadero’ se les salían las lágrimas porque sus familias no pueden comer así de bien”, cuenta un cafetero de Pereira.
Costales de zozobra
Los cafeteros reciben a los venezolanos sin todos los documentos por solidaridad. Pero eso no elimina la zozobra que produce recibir extranjeros que aún no tienen todo en orden.
Actualmente en Risaralda hay 90 venezolanos registrados que trabajan como recolectores y que tienen visa de extranjería, de trabajo o el Permiso Especial de Permanencia (PEP), un mecanismo de flexibilización creado por la Cancillería para que aquellos que entraron al país legalmente antes del 28 de julio y estaban dentro del tiempo permitido o lo habían superado recientemente se regularizaran y cotizaran en seguridad social.
Han llegado muchos más a trabajar en la cosecha cafetera, que aunque entraron de manera legal al país, solo tienen el sello del pasaporte con el Permiso de Ingreso y Permanencia (PIP) que les permite estar en Colombia como turistas. Por miedo a las represalias, los extranjeros prefieren mantenerse en la invisibilidad, pues no tienen el presupuesto para pagar una visa (alrededor de 300 dólares) y el plazo del PEP no contempla a quienes apenas están llegando.
Christian Krüger, director de Migración Colombia, dijo que el gobierno está evaluando opciones para regularizar a los venezolanos. “Hemos analizado la posibilidad de extender el PEP algunos meses –registramos 68.337 permisos– o que tengan requisitos más flexibles para obtener las visas”. Sin embargo, las medidas migratorias requieren un análisis transversal del impacto que producirían en la salud, la educación, la seguridad y lo laboral, por lo cual toman tiempo. Tiempo del que carecen tanto los inmigrantes como los productores cafeteros.
“Ante la escasez de mano de obra, que amenaza con que al caficultor se le caiga el grano, la llegada de los venezolanos va a ser difícil de manejar. El gobierno nacional debe plantear soluciones para que en vez de un problema la situación ofrezca una oportunidad”, opina el gobernador de Risaralda, Sigifredo Salazar. Los venezolanos llegan a municipios como Santuario y Marsella y cuando la cosecha se acaba siguen hacia Antioquia o el Valle del Cauca. Pero muchos también se están instalando en Pereira para trabajar en lavaderos de carros, bares, peluquerías o en el mercado informal, lo cual pronto impactará la economía de la capital del departamento.
La Asociación de Venezolanos en Colombia estima que en el país hay alrededor de 1,2 millones de ellos. Migración Colombia calcula unos 470.000 entre los legales y quienes llegaron por trochas. Por eso es tan importante una coordinación entre los gremios y las autoridades migratorias (ver recuadro), pues no solo podría dispararse el desempleo, sino también la inseguridad y los sentimientos xenófobos ante la competencia laboral.
Drama humano, impacto económico, solidaridad y café. La historia de los venezolanos que deciden emprender un largo viaje hacia las fincas cafeteras tiene muchas aristas, y es probable que este solo sea el comienzo de una diáspora que ya no solo se concentra en la frontera, la capital y la costa, sino que va a extenderse por todo el país.
La situación en Venezuela lleva meses insostenible, y ante el default económico y la escasez, el panorama puede agravarse cada día más. Sin duda, cientos de venezolanos seguirán cruzando la frontera, y aunque para algunos las fincas cafeteras solo son la primera etapa para conseguir otros trabajos en el occidente colombiano, lo cierto es que para muchos, como Marco, el futuro sí huele a café.
Agro con acento venezolano
El café no es el único sector del agro que ha comenzado a sentir la llegada de migrantes del país vecino. El gremio de los cultivadores de plantas ornamentales, Colviveros, explicó que “aunque el sector no está buscando mano de obra, trabajadores venezolanos están empezando a tocar las puertas, especialmente en municipios como Fusagasugá, Pereira y Rionegro”. Asimismo, el presidente de Asocolflores, Augusto Solano, dijo que cuando supieron que había venezolanos pidiendo trabajo en el sector, fueron “el primer gremio en acercarnos a Migración Colombia para averiguar los procedimientos y nos dijeron que nos ayudarían a agilizar los trámites en caso de necesitar mano de obra”. La coordinación entre los gremios y las autoridades migratorias es esencial, particularmente ante la constante diáspora de venezolanos, para proteger sus derechos laborales, pero mantener la competencia leal por el empleo.
El dilema cafetero
Como dice el presidente del Comité Departamental de Cafeteros, Luis Miguel Ramírez, muchos caficultores quieren recibir a los venezolanos, pero temen que a los duros requisitos laborales se añadan líos migratorios. “Los recolectores de café son mano de obra ambulante, trabajan unos días o unas horas y se van”, afirma. Por eso los cafeteros esperan que el Congreso apruebe el proyecto de ley 123 de la Cámara de Representantes, que dignifica la situación del campesino con seguridad social y un jornal diario integral, cosa que beneficiaría a los trabajadores colombianos y a los inmigrantes.
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