Daniel Merchán
04 de Abril del 2016.-
Notipascua.- Si algo resume a la Venezuela de hoy es la palabra frustración, contradictorio considerando que es el mismo país que por años batió varios records guinness de felicidad, pero que ahora tiene casi 2 millones de venezolanos en el exterior, el mayor éxodo de su historia, pues la calidad de vida es un concepto que hace tiempo no se hace presente en las calles de la pequeña Venecia bautizada por Vespucio.
Se podría decir que en los últimos años varios países latinoamericanos encontraron formulas atractivas para la comunidad internacional, Chile y Perú se transformaron en modelos de crecimiento económico, México centralizo la puerta de entrada para las grandes multinacionales a latinoamerica, Colombia genero una nueva política de seguridad y educación que transformo a varias de sus ciudades en iconos de cambio, Brasil pese a su crisis institucional se mantuvo cono un mercado efervescente junto a otros estados en la iniciativa BRICS, pero hay otro tanto de países que se alejaron del desarrollo y se sumieron en la oscuridad de la corrupción y modelos envejecidos, que ya tuvieron su paso fallido por la historia contemporánea.
Venezuela es el mayor ejemplo del alejamiento de las oportunidades, un país donde el emprendimiento puede ser toda una odisea, en el cual se requiere la burocrática cifra de 17 tramites para aperturar una empresa, que luego deben someterse a una ley de control de precios, a la inexistencia de divisas para las importaciones y a la amenaza mas que segura de una expropiación si no le sigue el ritmo a los cambios repentinos gubernamentales, pero esto no es todo, adicionalmente los venezolanos estamos en medio de un gigante desfase económico que alimenta la mayor burbuja inflacionaria de su existencia, montada en olas de 500% en 2016 y proyectada a ser un Tsunami en 2017 superando la barrera de 1300%, 4 dígitos devastadores para cualquier sociedad según los cálculos del FMI.
Como si esto no bastara, la nación sudamericana y caribeña, depende en un 96 % de sus ingresos de la actividad petrolera, venida a menos en la comercialización del barril OPEP y sin poder ajustar su aparato productivo nacional a corto plazo, pero aun así, le faltan ingredientes a la receta de la catástrofe, es el país americano con mayor rezago en materia de combate a la corrupción en los mapa de transparencia internacional, es por un gran distancia el territorio más violento en el ámbito de la inseguridad personal en todas las mediciones de la región, está al margen de las evaluaciones en materia de derechos humanos, esta vinculado a la persecución a la prensa libre, y los desastres naturales han llegado como ultimo signo de la anarquía, periodos extensos de sequia que han ocasionado la mayor crisis eléctrica conocida por sus habitantes, donde como si se tratara de una choza internada en la selva, los grandes urbanismos del país sufren cortes diarios de luz por 4 horas y a veces más, lo cual detiene la ya mermada capacidad operativa de comercios, centros educativos, telecomunicaciones y otros rubros estancados en la crisis.
Todas las naciones llevan una marca, la Venezuela actual lleva la del país de las frustraciones, emblema duro para llevar sobre sus hombros, y que rompe el paradigma de aquel oasis de esperanza y nuevo comienzo que alentó a una buena parte de la migración europea y propiamente sudamericana, para tomar rumbo a la tierra de Bolívar durante el siglo XX, como manera de encontrar la felicidad anhelada, no era el sueño americano, era el sueño venezolano que recorrió el planeta entero; ahora bien, si los jóvenes han optado por dejas atrás sus frustraciones para conseguir donde alcanzar sus sueños, la realidad tampoco debe ser tan desilusionante, ya que si bien el panorama no pinta en positivo, también puede variar, pues más del 75% de las personas que migran de Venezuela han afirmado que regresarían a su país de mejorar las condiciones, lo cual es un dato esperanzador, y que impulsa no la tesis de la fuga de cerebros, sino la de la circulación de cerebros, que están a la espera de volver a su origen para aportar ahora todo el talento y la experiencia recabada en el camino, pero para que eso suceda, la frustración debe dejar de ser la señal emitida desde la república al norte del sur, y los venezolanos tienen que propiciar su transición definitiva, cualquiera sea la ruta a tomar, para empezar a dar señales de progreso y desarrollo, disminuir los riesgos y representar nuevamente su marcado talante de hospitalidad, confianza y optimismo para avanzar.
Daniel Merchán M
@Daniel_Merchan en Twitter.
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