Se encontró el cuerpo sin vida de Olivia y el de Anna continúa desaparecido
El auto judicial elaborado a partir de las investigaciones policiales sobre el crimen machista que ha conmocionado España, hecho público el pasado viernes en Tenerife, reconstruye el recorrido del asesino el último día en que se vieron vivas a sus hijas. El texto asegura que Tomás Gimeno “tenía como fin provocar a su ex pareja el mayor dolor que pudo imaginar”. Por eso, añade, “buscó dejarla en la incertidumbre acerca del destino que habían sufrido sus hijas al ocultar sus cuerpos en lugares (…) donde pensaba que nunca serían encontradas, todo ello tras anunciar, tanto a su expareja, como a su entorno, que se iba con Olivia y Anna y no les volverían a ver”.
Gimeno y Beatriz Zimmermann habían sido novios desde la adolescencia, cuando rondaban los 15 años. Se separaron hace un año, en plena pandemia. Desde entonces, Gimeno, apunta el auto, se dirigía a diario a Zimmermann con comentarios “descalificativos, ultrajantes y ofensivos, donde la menospreciaba por haber rehecho su vida”. La madre de Olivia y Anna tenía una nueva pareja, un ciudadano de origen belga, de 60 años. Y se había mudado a la que había sido su casa familiar, en la localidad de Radazul, a pocos kilómetros de Santa Cruz de Tenerife.
El sujeto de 37 años, mató a sus hijas Anna y Olivia, uno y seis años de edad, en su casa, un chalet situado en la falda de una montaña, en la localidad de Igueste de Candelaria. Fue entre las ocho menos cuarto de la tarde y las nueve de la noche. Era el martes 27 de abril. Después las envolvió en unas toallas, las metió en unas bolsas de basura, que a su vez guardó en unas bolsas de deporte, y las introdujo en el maletero de su Audi A3 blanco.
Desde allí, con las niñas en el coche, se dirigió a casa de sus padres, en Santa Cruz de Tenerife, donde paró un momento para, sin que nadie le viera, dejar a su perro Oto, dos tarjetas de crédito con sus claves y dos juegos de llaves del último coche que se había comprado, un Alfa Romeo negro que había aparcado en la finca en la que trabajaba la madrugada anterior cubierto cuidadosamente en una funda. Desde la casa de sus padres se dirigió al puerto, y luego zarpó. Condujo el barco hasta una zona que él sabía que era profunda. Allí, hacia las diez y media de la noche, arrojó al mar las bolsas de deporte con los cadáveres de sus hijas. Las bolsas contenían además objetos que servían de lastre y estaban atadas al ancla suelta de su barco. A esa hora llamó por teléfono a su mujer, que se encontraba en ese momento en el cuartel de la Guardia Civil donde había ido a denunciar la desaparición de Olivia y Anna, y le advirtió que no podía permitir que sus hijas crecieran sin él.
Sin embargo, investigadores de la policía y la Guardia Civil sospechan que este plan no fue pensado con un margen muy extenso de días, porque se sirvió solamente de elementos que tenía a su alcance.
El pasado jueves 10 de junio, tras 44 días de búsqueda, el buque oceanográfico Ángeles Alvariño halló el cuerpo sin vida de Olivia. El de Anna sigue sin encontrarse.
¿Quien era Tomas Gimeno?
La ciudad de Santa Cruz de Tenerife, conmocionada por entero por el crimen, no deja de preguntarse quién es Tomás Gimeno, cómo es que mata a sus dos hijas para así torturar de por vida a su expareja. Un conocido de Gimeno, que prefiere no dar su nombre, lo describe como un “chulo”, un hombre pagado de sí mismo, presumido, amante del pádel, de los coches, de la velocidad y de devolver las bromas con una mucho más pesada. “Era alguien a quien le encantaba hacértelo pasar mal a veces. Él conducía muy bien, y ponía el coche a 260 o a 300 kilómetros por hora. Y no frenaba hasta que el que iba con él le decía ‘para ya, joder”, recuerda. Gimeno pertenecía a una familia acomodada de Santa Cruz de Tenerife. Toda su vida trabajó en los negocios del padre, llamado también Tomás Gimeno, también devoto de los coches de alta gama, exconductor de rallies y dueño de plantaciones agrícolas y un club de golf. Este conocido se cruzaba habitualmente con Gimeno –el hijo– en la puerta del colegio alemán de Santa Cruz por la mañana: “Un día le vi, con la niña sentada en sus rodillas, antes de que entraran nuestras hijas, los dos en el coche, él peinando a Olivia, poniéndole coletas, con poca maña pero con muchísimo amor. Ese es el mismo hombre que la mató meses después”.
Con información de El País
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