Valencia||Notipascua.- En una hermosa casa quinta de la urbanización El Trigal, al norte de Valencia, estado Carabobo, fue asesinada la dueña del inmueble. Tenía un solo tiro en el muslo derecho, que por mala suerte para ella, le perforó y cortó la arteria femoral. Primero se pensó que era un suicidio, y aunque cabía la posibilidad de que esta mujer de 28 años de nombre Margaret Chacón se hubiera quitado la vida, no dejaba de resultar extraño que en vez de volarse la tapa de los sesos de un tiro o de cortarse las venas, hubiera preferido hacerlo de esa manera tan atroz como poco común.
Los agentes de la Policía Científica que llegaron al sitio hicieron un buen trabajo procesando la escena del crimen. Tal como se veía en los vídeos y fijación fotográfica, la víctima había quedado tendida sobre una macabra alfombra roja que se extendió hasta su cara, donde se hizo gelatinosa, pegándose grotescamente al párpado de su cerrado ojo izquierdo.
La posición del cuerpo denotaba lo desesperado de aquella mujer por taparse el monstruoso chorro de sangre que fue a dar contra el espejo de cuerpo entero y con marco dorado donde estaba parada antes de la tragedia.
En la mano derecha tenía un guante quirúrgico que se camuflaba perfectamente con el blanco de sus delicadas manos de dedos ahusados. Ese detalle parecía no tener explicación.
El arma homicida, una Glock 17 calibre 9 mm, estaba tirada debajo de un armario de roble pulido sobre el cual había adornos de fina porcelana china. Esta pistola no tenía cargador, por lo que se dedujo que la bala homicida era la única que estaba en la recámara.
El marido de la víctima estaba profundamente drogado cuando pasó todo. Aun con todo el zaperoco de los vecinos y la llegada de la Policía, el dueño de casa de nombre Rodrigo Almendárez de 70 años, de nacionalidad mexicana y dueño de tres empresas importadoras radicadas en Puerto Cabello, no se despertó. Declaró aterrorizado que no sabía qué había pasado a su esposa. Luego de ciertos análisis, los médicos dijeron que lo habían drogado con burundanga.
Con todos estos elementos, los agentes asignados al caso dejaron de creer que aquello era un vulgar suicidio. Aparte de que ayudaba mucho que aparentemente la víctima no tenía motivos para tan fatal decisión. Era bella, joven, deseada, con un marido con mucho dinero y ella era la única heredera, con envidiable salud, y hacía lo que le daba la gana, pues su anciano marido no podía controlar sus furores.
Luego, algunos vecinos señalaron que el día de la tragedia, habían visto entrar en la casa al ex marido de la víctima, de quien ella se había divorciado por pela bola. El sujeto se llamaba Jefferson Martínez, de profesión policía. Una vecina muy aficionada al chisme de ventana juraba además que aparte del ex marido de la difunta, también habían visto entrar a la mejor amiga de ella: una mujer de nombre impronunciable, pero creo que se llama Yiruvidexi Cárdenas , dijo la testigo.
Ya los agentes del caso pensaban que se trataba de un homicidio y tenían tres sospechosos. El marido dormido (quien pudo haberse drogado a sí mismo con escopolamina luego de matar a su mujer por montadora de cachos), el ex marido policía y la mejor amiga de la víctima.
El ex marido policía declaró que Margaret lo había dejado hacía dos años y medio por este empresario con quien se había casado. Pero que aun así, luego de la separación, ella seguía llamándolo y diciéndole que lo quería. Según este policía, ella lo acosaba. Aseguraba que incluso llegó a proponerle que mataran al viejo para que los dos volvieran a vivir juntos, quedándose con la fortuna.
El policía dijo que él se negó a eso porque le dio miedo ir a parar a la cárcel (los agentes no le creyeron, aunque podía ser posible); señaló que ella seguía insistiendo y que al ver que no podría convencerlo, le dijo que se vieran la última vez en su casa para despedirse para siempre.
El policía fue a la cita, y según él, al llegar, Margaret se volvió como loca. Discutieron. Ella lo arañó y le lanzó una pistola Glock sin cargador, diciéndole que si no la quería, mejor la matara. Él supuestamente agarró instintivamente la pistola en el aire a mano pelada y se la devolvió. Le dijo que estaba loca y se largó corriendo de ahí. Luego no supo más hasta que se enteró de que estaba muerta.
Los investigadores también interrogaron al esposo durmiente . Este hombre era un manojo de nervios. Repetía insistentemente que era inocente.
La amiga de la difunta acusó al ex marido policía de ésta.
Los agentes buscaron a Yiruvidexi Cárdenas, la amiga de la muerta, y ésta declaró que la última vez que estuvo en esa casa, se había ido porque al llegar, consiguió que su amiga Margaret Chacón estaba discutiendo con su ex marido policía y que éste la tenía apuntada con una pistola. Se excusó torpemente diciendo que si no fue a avisar a las autoridades este hecho, fue porque pensó que eso no pasaría de ahí.
Los agentes la tenían como muy sospechosa, pero dos pruebas más estaban por condenar al policía. Uno: los análisis de trazas de disparos (ATD) indicaban positivo. Parecía que el policía se había bañado con pólvora. Dos: las uñas de la muerta estaban llenas de piel, que con exámenes de ADN se comprobó que era del policía.
Policía montado en la olla
Ya el ex marido policía de la muerta estaba montado en la olla. Los agentes, que habían llevado también la investigación hasta ese punto, lo tenían como el asesino. Pero había un problema: la jefatura de la Policía Científica, al ver tan encangrejado el caso, decidió que los agentes para casos especiales Carlos Salinas y Mario Pinto le echaran un ojo al asunto.
Ellos estaban de vacaciones, pero los jefes les dijeron amablemente que o venían a trabajar, o al volver iban a trabajar tanto, que hasta tendrían que resolver el caso de quien mató al mar Muerto . Eso los convenció.
Lo primero que hicieron Salinas y Pinto fue decir que el ex policía no podía ser el asesino, aunque todo así lo indicara. A los otros agentes que habían estado llevando el caso casi les da un ataque, pero querían ver adónde llevaría esto.
Pidieron una orden, y ante el disgusto del dueño, volvieron a la casa que fue la escena del crimen. Ahí, con los otros agentes del caso, explicaron que si el policía Jefferson Martínez, ex esposo de la víctima, daba positivo en la traza de pólvora, era porque un día antes había tenido un enfrentamiento a tiros con antisociales al sur de Valencia.
Los otros agentes ya sabían eso, pero ardían en deseos de que Salinas y Pinto le consiguieran lógica a que la muerta tuviera piel de Martínez en sus uñas. Salinas y Pinto les explicaron que el policía había estado ahí y que él mismo había declarado que Margaret lo arañó.
Un increíble plan macabro
Luego, como si ellos hubieran estado presentes en el sitio, fueron explicando paso a paso cómo la pérfida Margaret había planeado asesinar a su viejo marido y echarle la culpa a su ex. Era tal la seguridad de Salinas y de Pinto, que dijeron a los otros agentes boquiabiertos que seguramente por ahí debía haber un descampado donde había latas de cerveza, refresco y botellas partidas a tiros.
Los mandaron buscar y los agentes hallaron un sitio como el que Salinas y Pinto decían. Ahora todo cuadraba. Margaret había practicado el tiro al blanco.
Lo único que faltaba era atrapar al verdadero asesino. Y para eso, habían colocado una cámara diminuta, en una parte del cielo raso de la sala donde todo había ocurrido, pero sin ponerla a funcionar. Los otros agentes estaban desconcertados. No entendían nada.
Salinas y Pinto se miraban muy divertidos. Citaron ahí para el día siguiente a Yiruvidexi Cárdenas y le dijeron que ya lo sabían todo. Que ella había matado a su amiga Margaret y le mostraron la cámara camuflada en el cielo raso. Le mintieron diciéndole que pese a que ella misma y Margaret sabotearon las cámaras de seguridad externas para llevar a cabo su plan, ese aparatito siempre había estado ahí, oculto de la misma Margaret y colocado por órdenes de su marido Rodrigo, pues no confiaba en que le fuera muy fiel.
Yiruvidexi se puso de todos los colores y cantó la verdad. Contó que ella no había matado a Margaret, pero que le enseñó a disparar en un descampado no lejos de ahí, porque ella estaba empeñada en asesinar a su viejo marido Rodrigo. Y de paso, quería echarle la culpa a su ex Jefferson para vengarse de él por despreciarla.
El aciago día citaron al ex policía. Margaret le hizo una escena, lo hizo tocar la pistola para obtener sus huellas dactilares, pero ella se puso un guante quirúrgico, haciéndole creer a él que era que se iba a pintar el cabello cuando llegó.
La idea era asustarlo, y cuando se fuera, Margaret iría al cuarto donde estaba Rodrigo drogado por mí y por ella con burundanga, pegarle unos tiros e inculpar a Jefferson. Desgraciadamente, la estúpida ésa se paró frente al espejo a jugar con la pistola, olvidando que aunque no tenía cargador, tenía una bala en la recámara. Así, se le fue un tiro y se dio en la pierna. Me llamó aterrorizada por el celular para que la ayudara, pero yo no regresé a la casa ni loca. Ni el viejo Rodrigo, ni su ex marido policía Jefferson ni yo la matamos. Se mató ella misma por accidente .
Salinas y Pinto habían investigado a Yiruvidexi y se dieron cuenta de que en efecto ella era la única que podría enseñar a disparar a Margaret, dado que en el pasado, había participado en ciertos delitos con su pareja. Y aunque ella no la mató, fue condenada por asociación para delinquir, intento de homicidio contra el señor Rodrigo y hasta por perjurio. La ahora muerta quiso matar a su viejo marido y destrozarle la vida a su ex, pero le salió el tiro, y no precisamente por la culata. Caso resuelto.
Fuente: Notitarde.
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