Felipe Hernández G.
UNESR/Cronista del municipio Leonardo Infante
El 18 de noviembre de 2017 se cumplieron cien años del nacimiento de gran mito de la música y el cine mexicano y latinoamericano, Pedro Infante, cantante y actor nacido en Guamúchil, Mazatlán (Sinaloa) el 17 de noviembre de 1917, murió el 15 de abril de 1957 a la edad de 39 años, en un misterioso accidente de avión piloteado por él.
La conmemoración de su nacimiento no solo se celebra en México, sino también en Venezuela donde tuvo y aún tiene tantos fans, puesto que la música mejicana durante muchos años, estuvo sembrada en el corazón de los venezolanos. Las canciones de Pedro Infante sonaban en las miles de rockolas diseminadas en los bares y botiquines de los pueblos y carreteras, así como, en las pocas radios que existían en el país en los años cincuenta, al igual que las canciones de Jorge Negrete, Agustín Lara, Miguel Aceves Mejías, Javier Solís, Antonio “Tony” Aguilar, Lola Beltrán, Lucha Villa, y otros tantos.
A finales de los años cuarenta y durante la década de los cincuenta del siglo XX, en el Teatro Manapire de Valle de la Pascua y en otros espacios de la ciudad, se presentaron muchos artistas nacionales e internacionales, entre otros: los mexicanos Pedro Infante, Javier Solís, y Los Panchos; la vedette puertorriqueña La Tongolele, y los venezolanos, Ángel Custodio Loyola, Alfredo Sadel, Lila Morillo y Los Torrealberos, Rafael Montaño, siempre acompañados de artistas de la localidad.
Pedro Infante durante su desempeño como actor y cantante, varias veces estuvo en Venezuela. Caracas, Maracay, San Juan de los Morros, Villa de Cura, Valle de la Pascua, Las Mercedes del Llano y Tucupido estuvieron entre las ciudades donde se presentó, y además de cantar, dio serenatas, interactuó con los lugareños y se divirtió.
En cuanto al tiempo histórico, corrían los meses finales del año 1948, en el país los fuertes rumores del golpe de Estado que se gestaba contra el gobierno del presidente Rómulo Gallegos era un tema de conversación cotidiano en las esferas del mundo político nacional, golpe de Estado que se materializó el 24 de noviembre de 1948, cuando Gallegos es traicionado por su ministro de Guerra, Carlos Delgado Chalbaud. En el Guárico, la visita de Pedro Infante y de tantos otros artistas nacionales e internacionales coincide con la llegada de las compañías petroleras a la entidad, tiempo cuando se iniciaron una serie de cambios en los modos de vida y en el paisaje de los pueblos del oriente del Guárico, primero en El Sombrero y luego en Las Mercedes del Llano, Valle de la Pascua, Tucupido y Roblecito.
De la estancia del artista en Valle de la Pascua, se recuerda que ello ocurrió el 7 de noviembre de 1948, fecha en que fue inaugurado el Teatro Manapire. Vino contratado por el administrador del cine, Armando Ubieda, para que actuara como figura estelar, dada su condición de artista de moda, famoso y con una gran afición en toda Venezuela. En sus presentaciones la receptividad del público era espectacular, sobre todo por la sencillez y humildad que irradiaba a través de sus cálidas interpretaciones. En la memoria colectiva pervive el nombre de Eleazar Higuera, hombre popular, llamado cariñosamente “Loro”, quien acompañó y sirvió de guía al actor y cantante y al trío Janixio en sus actuaciones y aventuras por la ciudad, por Las Mercedes del Llano y Tucupido.
Infante se hospedó con los integrantes del trío durante una semana en la pensión “Coromoto” de doña Carmen Pumar. Aquello era un jolgorio, gran cantidad de aficionados y público en general se concentraba al frente de la posada para verlo y saludarlo. Desde allí, en la camioneta del dueño del cine Royal, José Rafael Álvarez, Eleazar Higuera lo llevó a Tucupido y a Las Mercedes del Llano. Pedro Infante cobraba por cada presentación, Bs. 5.000,00, una verdadera fortuna para ese entonces, que permite inferir la prosperidad que vivían estos pueblos.
Cada noche, al terminar la presentación en el cine, Higuera lo llevaba junto con los integrantes del trío Janixio a recorrer los bares del pueblo. Una noche lo invitaron a dar una serenata, solicitud que aceptó muy gustoso, yéndose con su trío a cantarle a una bella joven vallepascuense de nombre María Álvarez, quien vivía por la calle Retumbo. Tal era el espíritu bohemio y aventurero del artista, que llegó a amanecer en una esquina del centro de La Pascua, cantando y bebiendo con los amigos. En sus paseos por la ciudad se percató del tipo calzado que usaban los vallepascuenses, las típicas alpargatas, indagando donde podía comprar unas, le informaron que en la esquina de El Camarín, en la pulpería de don Silvestre Olivo. Dado su espíritu despreocupado, se quitó los zapatos y se fue caminando en medias hasta la citada bodega. Un par de alpargatas costaba Bs. 3.50. Muchos llegaron a mirarlo caminando por las calles centrales del pueblo, vestido con una franela y calzado con sus alpargatas.
Rememora María Lorena Guevara Armas (2016): “…Pedro Infante estuvo en Valle de la Pascua. Mi mamá y mis tíos contaban cuando vieron al famoso cantante mexicano caminar por la plaza Bolívar y la calle Atarraya. Mi mamá jamás olvidó que lo vio, en la esquina de la Iglesia, ponerse unas alpargatas que le habían regalado…”; y Efrén H. Hernández López (2015) dice: “Mi tío, Arturo López Infante… relata que cuando vino Pedro Infante a Valle de la Pascua, se sentó en las escaleras del cine Manapire y le regaló un cigarrillo a una persona de apellido Pellicer que era contemporáneo con mi tío…”.
En Las Mercedes del Llano, Pedro Infante pidió prestada una bicicleta y se fue a dar una vueltecita por los lados de la plaza Bolívar, acompañado de una multitud de personas que le seguía, dándole vivas y pidiéndole autógrafos.
En Tucupido lo esperaban sus aficionados con ansiedad. Una noche Eleazar Higuera lo llevó junto con el trío Janixio. Ante una multitud que colmaba el cine América, regentado el señor Cherubini, el famoso cantante fue presentado. Un excelente espectáculo, el público aplaudía a rabiar cada vez que finalizaba de interpretar sus famosas canciones rancheras y boleros-rancheros tan de moda en ese momento, entre otras: Amorcito corazón, Cielito lindo, Flor sin retoño, Historia de un amor, La Calandria, Tu solo tú, Angelitos negros, Las mañanitas, Entre copa y copa, Cien años, Carta a Eufemia, Paloma querida, Tu enamorado, Mi cariñito,la genta emocionada aclamaba ¡Otra! ¡Otra! ¡Otra! Y el charro mexicano, emocionado seguía cantando: Aunque me cueste la vida, El mil amores, La cama de piedra, Camino de Guanajuato, y muchas otras… Terminada la presentación, el cantante se fue con la gente del pueblo a dar serenatas. En un establecimiento a donde llegó con su séquito de aficionados, le regalaron un litro de aguardiente claro “El Carmen”, un limón y un poco de sal, tomó un poco de estos ingredientes en el dorso de su mano y echándose un trago exclamó: ¡Esto es mejor que tequila!
En el centenario del ídolo, los vallepascuenses, mercedenses y tucupidenses que disfrutaron sus presentaciones en noviembre de 1948, le recuerdan no solo por poseer una imponente presencia física, sino también por lo que transmitía a través de su voz. Con su carisma y sencillez podía darle el tono adecuado a una canción con sentimientos de «fiesta, enojo, o tristeza», condición que ha trascendido aún después de muerto y que se resume en: “Saber interpretar. No es cantar una canción que se diga de memoria y no digas nada».
Valle de la Pascua, martes 28 de noviembre de 2017.
10,134 total views