04 de Julio del 2016.-
Fuente:Diario La Verdad
Zulia||Notipascua.- Los Chourio García tenían tres días sin degustar un alimento. José Gregorio, padre de seis hijos, salió a trabajar para ganarse unos centavos. Un desconocido le regaló unos huesos y una cabeza de cerdo. Llegó a su casa a las 7.00 de la noche el pasado jueves, los preparó con arroz y todos comieron, reposaron y se acostaron a dormir.
José Gregorio Chourio le extrañó no escuchar a sus hijos y entró ayer, a las 7.00 de la mañana, para revisarlos. Notó que su hija María Alejandra, de tres años, y José Antonio, de siete, no respondían a ningún estímulo. La situación lo desesperó y corrió a buscar ayuda por el sector Las Cabrias, zona rural del municipio Santa Rita.
Unos vecinos lo auxiliaron. Los médicos de guardia del Hospital Senén Castillo Reverol le confirmaron el deceso de ambos pequeños. Los cadáveres no presentaron ningún signo de violencia, por lo que intervino la Policía científica para investigar el caso.
A José Gregorio (52) y a su esposa, Elena (40) los detuvo preventivamente la Policía. Los llevaron a la comandancia para interrogarlos. Sus hijos de 16, 15, 12 y cinco años quedaron bajo la custodia de los representantes del Consejo de Protección del Niño, Niña y Adolescente en Santa Rita hasta localizar a un miembro de la familia que se haga responsable de su guardia y custodia.
Olvido
Todos en la familia presentan trastornos neurológicos, problemas de aprendizaje y desnutrición. Pese a los constantes esfuerzos de los vecinos y consejos comunales, no hubo respuestas para atender el caso. “De tanta lucha y lucha solo se consiguió la construcción de la casa”, dijo Argenis Moreno, vecino.
A los Chourio García los censó el consejo comunal Luchadores de Las Cabrias igual que otras 146 familias. Cumplieron con los requisitos para recibir las bolsas del CLAP, pero aún no reciben respuestas. Tampoco gozan de jornadas médico-sociales. La zona la sucumbe la pobreza extrema.
Los vecinos contaron que Elena García no escucha y está incapacitada para atender la casa y a sus hijos. En el último parto le solicitaron a los médicos la esterilizaran, pero no aceptaron. De la familia se responsabiliza José Gregorio, quien padece de retraso mental leve, corta monte para llevar el sustento a su casa y luego del trabajo debe llegar a cocinarle a su mujer y los niños.
En la familia, solo la pequeña María Alejandra posee partida de nacimiento. Todos los partos de Elena ocurrieron en su vivienda. Tampoco ella ni José Gregorio tienen documento de identidad. Los cuatro mayores acuden como oyentes a la escuela María Chiquinquirá. Quienes los conocen desde hace unos 15 años estiman las edades de ellos y sus descendientes por aproximaciones.
Expectativa
El resultado de la necropsia no arrojó las causas del deceso de los hermanitos. Se esperan los resultados de laboratorio para corroborar la hipótesis de los forenses, quienes descartaron la violencia como una de las causas.
“Solo queremos que nos den a nuestros niños”
En el interior de la casa de la familia Santander García las horas parecieron no transcurrir los últimos dos días. Los féretros blancos donde reposaban los cuerpos de los pequeños María Alejandra (3) y José Antonio (6), ambos murieron luego de consumir huesos y cabeza de cerdo; a mitad de la sala, eran la prueba fehaciente de la tragedia que los cobijó.
Los niños dieron su último paseo por la calle donde jugaron y compartieron su corta vida, pero esta vez dentro de un ataúd y sobre los hombros de sus compañeros de juego: los niños de la barriada. No hubo llantos, solo reinó un ensordecedor silencio.
El compromiso cognitivo de Elena García pareció no permitirle interiorizar la realidad de lo que ahora es su vida. Caminaba con la mirada perdida junto al cortejo de despedida de sus dos niños. Su esposo la acompañó y juntos ayudaron a cargar los ataúdes hasta la Unidad Educativa Nacional Rural María Chiquinquirá González. En el aula donde escuchaban sus clases, recibieron un pequeño homenaje.
“Esto es muy difícil para nosotros. Nunca descuidamos a nuestros hijos. Hago lo que puedo para darle lo que necesitan. Solo queremos que nos den a nuestros niños y poder mantenerlos como debe ser”, fueron las palabras entrecortadas del desconsolado padre, José Gregorio Santander Chourio.
Al obrero junto a su mujer los imputaron por el delito de homicidio culposo. Gozan de libertad condicional bajo presentación periódica, mientras se investiga el caso.
Representantes de dos iglesias cristianas dieron mensajes de consuelo la primera noche velatoria. El alcalde William Pereira, concejales y personeros del Sistema de Protección de Niños, Niñas y Adolescente de la localidad también hicieron acto de presencia.
“Es un dolor para la comunidad. Nadie tiene la culpa y menos sus padres. Son una familia con muchas necesidades, por eso los ayudábamos y nos duele lo que pasó. Ese señor trabaja en lo que puede para llevarle el plato de comida a sus hijos”, dijo Soraida Sánchez, vecina.
Protección temporal
Los cuatro hijos mayores de la familia permanecen en un área acondicionada en el Hospital Senén Castillo Reverol. Por sus edades no cumplen con el perfil para albergarlos en casas de abrigo, pero tienen una medida de protección hasta que la Fiscalía 43.° del Ministerio Público ordene su lugar de estadía.
Kerlymar Mabo, directora del Sistema de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes del municipio Santa Rita, aseguró que están en buen estado de salud física, emocional y mental, a excepción de la adolescente de 14 años, quien tiene compromisos cognitivos.
“Sus pesos oscilan en el estándar establecido según las edades. Son niños sanos, inteligentes y muy unidos familiarmente. Fueron sometidos a exámenes médicos de rigor. Ninguno presentó signos de maltrato ni violencia física o psicológica. Esperemos que regresen a su entorno familiar”.
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