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El decreto de Guerra a Muerte y su aplicación en el Guárico

El decreto de Guerra a Muerte
El decreto de Guerra a Muerte

Felipe Hernández G.

Recientemente se cumplieron 205 años de la promulgación del Decreto de Guerra a Muerte, célebre documento dictado y dado a conocer en una declaración hecha por Simón Bolívar, el 15 de junio de 1813, en el Cuartel General de la ciudad de Trujillo, durante el desarrollo de la Campaña Admirable. La declaración fue precedida meses antes por el Convenio de Cartagena de Antonio Nicolás Briceño (el Diablo Briceño). Este decreto significaba que los españoles y canarios que no participasen activamente a favor de independencia de la patria, se les daría muerte, y que todos los americanos serían perdonados, incluso si cooperaban con las autoridades españolas. Además, añadía el objetivo de comprometer de forma irreversible a los individuos con la Independencia. El documento denuncia la represión de España hacia las colonias americanas.

El Decreto a muerte termina de la manera siguiente: “…Españoles y canarios, contad con la muerte aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables”. Expresión que se convirtió en el estandarte del ejército libertador durante el convulso período de la guerra de independencia. Fue redactado como justificación contra los crímenes practicados por Domingo de Monteverde, Francisco Cervériz, Antonio Zuazola, Pascual Martínez, Lorenzo Fernández de la Hoz, José Yánez, Francisco Rosete y otros jefes realistas y sus ejércitos contra los republicanos, luego de la caída de la Primera República.

La matanza de republicanos por parte de los jefes españoles llegó a extremos tales de provocar el rechazo de personajes adictos a la causa monárquica. Uno de ellos fue el abogado Francisco de Heredia (el regente Heredia), oidor y regente de la Real Audiencia de Caracas, quien pidió en distintas formas que cesaran las ejecuciones, lo cual no sucedió. Según el testimonio del propio Heredia relatado en sus Memorias, un fraile capuchino de las misiones de Apure partidario de Monteverde, exhortó en una ocasión “… en alta voz a los soldados, de siete año arriba, no dejasen vivo a nadie…”. Bolívar en su Campaña Libertadora de 1813 recibió información de la consumación de hechos como el relatado por Heredia, lo que le llevó a expresar el 8 de junio en Mérida: “Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte”.

La Guerra a Muerte fue practicada por ambos bandos, y en ese contexto de destrucción cae la Segunda República. La “guerra a muerte” se extiende y siembra el terror en todo el territorio de Venezuela y la Nueva Granada. El decreto establecía la diferencia entre España y Venezuela y así aislar a los realistas del pueblo.

En los llanos del Guárico se ejecuta con la mayor crueldad. Luego de su publicación, el temor se propagó por todas las comarcas y cientos de familias se valieron de trucos y artimañas para sobrevivir en el transcurso de los cruentos años de la gesta independentista.

Según J.A. De Armas Chitty (1979), Julián Llamozas comenta que en Calabozo “la proclama de Guerra a Muerte… aterrorizó a los enemigos, circuló en esta ciudad” y animó “a un puñado de hombres” a simular el envío a Calabozo desde San Francisco de Tiznados, a “un supuesto soldado de caballería de vanguardia libertadora” con cucarda, bandera tricolor y un pliego al Comandante Garrote para que entregase el mando y las armas” a Rafael Negrete o José Revenga y la farsa resultó: el cabildo remitió una comisión ante Simón Bolívar y vino un auxilio al mando de Rafael Pereira y detuvo a “más de sesenta europeos”. Bolívar delegó al coronel Tomás Montilla, quien “organizó los tribunales civiles y militares por elecciones populares, recayendo el mando de teniente de justicia mayor en Pedro Manuel López” y un “tribunal de doce notables” condenaron con multas, a los realistas.

Ante esta situación, José Tomás Boves y Francisco Tomás Morales, desde Maturín, emprenden el rescate de la plaza de Calabozo. El capitán de caballería español, Manuel Cabrera deserta y avisa a Tomás Montilla. Intentan interceptarlos el comandante ¿? Padrón y el oficial José Esteban Romero, quien perece en el encuentro; “marchando en la descubierta de la división, los más bizarros jóvenes de esta ciudad…”. Refiere Adelina Rodríguez (2004), que en Calabozo permanece una guarnición, mientras la división republicana el 22 de noviembre de 1813 en la noche, se acantona en las costas del caño Santa Catalina, “a poco trecho, hacia el norte, de la casa y corrales que ocupó el enemigo”. Bruno Delgado junto con un criado logra espiarlo, atrincherado en un corral de palo a pique. En la madrugada del jueves 23 de noviembre rompe el fuego “hasta las cinco de mañana en que quedó victorioso el enemigo por nuestra inexperiencia. Pasados a cuchillo los prisioneros, quedaron confundidos con los muertos de la acción, José Antonio García y Ángel Padrón, éste último, rico criador” y aquel estudiante que cursaba clase de ciencias, quienes compraron su libertad “por dinero y empeños”. La pieza de artillería regresó atada a la cola del caballo de Rafael Amaya y el niño Isaac Camacho salvó a un herido en las ancas del suyo. Fueron capturados varios vecinos, entre otros: Matías Hernández, Ángel Díaz, Manuel Gallegos, Jesús Hurtado y los oficiales españoles M. Cabrera y Jesús Tordesillas, a quienes ejecutó Boves, luego que, a las doce del día tomó la plaza.

Se cuenta que el anciano José Tomás Silva se defendió con arcos y flechas, y se encadenó junto con el cura del pueblo de Guardatinajas, José Manuel González, de un pontón (puente de madera) en el río Apure, donde los rescató el Ejército Libertador en 1818.

Informa J.A. De Armas Chitty (1979), que por orden de Simón Bolívar, el coronel Vicente Campo Elías tomó el mando de las tropas emigradas de Calabozo, cuya ala derecha fue emboscada por el sanguinario Boves en un topochal cerca del caño de Mosquiteros. Todos los vecinos de Calabozo, adscritos al ala izquierda, perecieron, entre ellos, el alférez real J. Delgado, Eduardo Arana, Feliciano López, los hermanos Félix y Manuel Rodríguez, José López, Nicolás Parpacén, José Valero y Antonio Velásquez. En la acción les acompañaban también, Miguel Ustáriz, Manuel Sedeño, Lorenzo Belisario, José Manuel Torres, José Mariño, estos últimos del ejército oriental comandado por Santiago Mariño, quien arribaba al Guárico, vía el centro, en procura del Libertador. También participó allí, un cuerpo de lanceros comandado por Antero Rachadell…

En el Orituco, el deceso de don Josef Diego de Aragort Yriarte fue consecuencia del Decreto de Guerra a Muerte… El Decreto habría sido aplicado a don Josef Diego de Aragort Yriarte, Juan María Cerpa y Gil, Andrés Juan Marrero y José de Paíz, todos españoles y residenciados en Altagracia de Orituco. Estos cuatro personajes fueron remitidos a la ciudad de Caracas en calidad de prisioneros, por el comandante Julián Infante. Los cuatro rehenes, junto con otros cautivos, fueron ejecutados en La Guaira el 8 de febrero de 1814, por el coronel Juan Bautista Arismendi, quien era el Gobernador Militar interino de Caracas.

A pesar de haber sido Bolívar el autor del decreto de guerra sin cuartel, en varias ocasiones consideró la posibilidad de derogar dicho instrumento. En tal sentido, en su proclama de Ocumare del 6 de julio de 1816, expresó que: “…La guerra a muerte que nos han hecho nuestros enemigos cesará por nuestra parte: perdonamos a los que se rindan, aunque sean españoles. Ningún español sufrirá la muerte fuera del campo de batalla”; lo cual obviamente buscaba humanizar la contienda militar. Finalmente, el 26 de noviembre de 1820 se celebró en Trujillo, en el mismo lugar donde se proclamó la “guerra a muerte”, el Tratado de Regularización de la Guerra, el cual derogaba el decreto de 1813.

REFERENCIAS

BRICEÑO IRAGORRY, Mario. (1986): El Regente Heredia, o, La piedad heroica. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia.

 DE ARMAS CHITTY, J.A. (1979): Historia del Guárico 1532-1800. Tomos I. II. San Juan de los Morros: Universidad Rómulo Gallegos.

DE ARMAS CHITTY, J. A. (1984): Semblanzas Testimonios y Apólogos. Caracas: Academia Nacional de la Historia.

FUNDACIÓN POLAR. (1988): Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas: Editorial Ex-Libris.

LÓPEZ GARCÉS, Carlos A. (1998): Altagracia de Orituco: un topónimo y un gentilicio. Altagracia de Orituco: Edición del Concejo Municipal José Tadeo Monagas, Estado Guárico, Venezuela.

LÓPEZ GARCÉS, Carlos A. (2004): Doña Josefa María Ramírez (Heroína de Orituco). Caracas: Tipografía de Miguel Ángel García e hijo.

RODRÍGUEZ MIRABAL, Adelina. (1987): La Formación del Latifundio Ganadero en los Llanos  de Apure: 1750-1800. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela. 193.

ROJAS, Neruska. (2013): “15 de Junio de 1813: se firma el decreto de Guerra a Muerte”. En: Revista Memorias de Venezuela. Caracas: Mayo-Junio N° 28, p. 3.

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